martes, 30 de agosto de 2011

La "ciencia" económica y su relación con el poder

A continuación, publico para los lectores que están empecinados en criticar la organización económica actual desde la perspectiva neoclásica, esta interesante carta de un lector al suplemento Futuro, espacio dedicado a la ciencia en Página/12, del 18 de agosto de 2001:
La cuestion de la economía
Amigos de Futuro
En primer lugar los felicito por el suplemento. Me parece un medio excelente de divulgación científica. Pero el motivo de la presente no son las felicitaciones –merecidas, por cierto– sino aportar alguna cosa a la sabrosa discusión acerca de si la economía es o no una ciencia. Discusión que resulta más que pertinente aquí y ahora, cuando la inmensa mayoría de la población es sojuzgada en nombre de supuestas “leyes del mercado”. Por otra parte, pido disculpas por la extensión de la misiva, pero la complejidad del asunto me impide resumirlo en un par de renglones.


Para entrar en tema
Para entrar en tema hay que diferenciar la economía como ciencia –si es que logramos establecer que tal cosa existe– de las manifestaciones de tipo político acerca de cuestiones económicas tal como las efectúan los funcionarios del Estado, los técnicos de los organismos “multilaterales”, los banqueros, los consultores y toda la fauna variopinta de lobbistas y opinólogos. El cometido de la economía como ciencia (permítaseme por lo menos el uso provisorio del término) es explicar y comprender los fenómenos y los procesos atinentes a la reproducción material de la sociedad, sujeto a un método científico. Y digo “un” método y no “el” método porque el perfil metodológico de cada ciencia está condicionado por la naturaleza de su respectivo objeto de estudio. Así, por ejemplo, la meteorología, por la naturaleza de su objeto, no puede replicar la metodología de la física, sin que por ello pierda su carácter científico. Y si la economía es una ciencia, es una ciencia social. ¿Pero qué implica esto de ser una ciencia social? ¿Significa un estatus particular que impide la utilización de un método científico? Creo que no.


Complejidades
El hecho de ser una ciencia que se ocupa de una especificidad de lo social (en el caso de la economía se trata de la reproducción material de la sociedad humana) implica que tiene en sus manos un objeto de estudio mucho más complejo que el de la física, por ejemplo. Una de las características singulares de su objeto de estudio es que los sujetos que participan de las relaciones de las que se ocupa la economía tienen capacidad de aprender a partir de su propia experiencia, de modificar su conducta, de crear y de innovar. Y esas capacidades se incrementan en la medida en que la cultura se desarrolla y se complejiza. Por lo tanto los procesos económicos tienden a ser singulares, lo que hace sumamente difícil la observación clásica y las predicciones, porque no hay reiteración de una misma cosa. Por el contrario, el material bajo estudio es un ente vivo sometido a transformaciones permanentes, muchas veces sustanciales. Por ello también es imposible la experimentación (lo que, dicho sea de paso, invalida el método experimental que propone Popper para las ciencias sociales, basado en una ingeniería social fragmentaria).
Ahora bien, ¿esto significa que la economía está ontológicamente impedida de formular leyes? ¿O que no puede utilizar un método científico? Creo que no. Pero aquí hay que hacer un punto y aparte para discernir entre los aportes que pretenden explicar y comprender los fenómenos y los procesos económicos de manera científica, de aquellos que no son más que meras justificaciones ideológicas de las relaciones sociales establecidas y del statu quo vigente en cierto momento y cierto lugar.


Karl Marx


Divisoria de aguas
Dentro del primer grupo podemos incluir un heterogéneo grupo de nombres que va desde Malthus, Marx, Schumpeter, Kalecki, Keynes y tantos otros, hasta los regulacionistas franceses contemporáneos. En el segundo, en tanto, se encuentran los diversos autores que dieron lugar a lo que hoy se designa como main stream o corriente principal, a saber: quienes contribuyeron a constituir el corpus teórico de la teoría marginalista o neoclásica y sus derivaciones, incluyendo las diversas escuelas monetaristas y lasíntesis neoclásica de la teoría keynesiana, que fundara Hicks.
La divisoria de aguas entre unos y otros reside en que desde sus respectivas concepciones teóricas, los primeros trataron de dar cuenta de lo que tenían ante sí: las relaciones económicas tal cual las observaron; mientras los segundos se ocuparon de construir modelos axiomáticos, propios de las ciencias formales, a partir de los cuales pretendieron establecer el deber ser, más que el ser de las cosas económicas. Milton Friedman hace explícito este punto y dice, sin ambages, que la economía es una ciencia normativa.
Cada uno de los integrantes del primer grupo trata de explicar los porqué de las conductas observadas en el o los sistemas económicos que estudia. Fundamentalmente por qué experimentan períodos de expansión que culminaban en una crisis a la que le sucedía un período de depresión. Y cada uno dio una respuesta consistente con su propia concepción teórica. El segundo grupo, en tanto, construye modelos que dicen representar una economía de tipo capitalista y en los cuales a partir de mecanismos mercantiles se llega naturalmente a situaciones de equilibrio o cuasi equilibrio, estables y convergentes.
Las diferencias entre unos y otros van más allá, pero lo señalado hasta aquí es suficiente para encontrar una respuesta a lo que nos ocupa: si la economía es o no una ciencia.
 John M. Keynes
La injusticia económica
Resulta entonces que de los planteos del primer grupo surge una imagen del capitalismo que dista de ser la de una panacea. Por el contrario, aparece sometido a contradicciones endógenas y como fuente de situaciones que, según desde qué intereses se las mire, pueden ser tildadas de injustas. Mientras los planteos del segundo grupo construyen una imagen del capitalismo que lo muestra como un orden estable, de acuerdo con el cual se llega a la mejor de las situaciones posibles para todos quienes participan en él.
La evidencia empírica a lo largo de más de dos siglos de historia del capitalismo contribuye a corroborar las afirmaciones del primer grupo, en tanto refutan, de manera impiadosa, los del segundo. Sin embargo, ¿cuáles son las teorías dominantes en los ámbitos académicos y en los del poder político (las que designo como la “economía oficial”)? Precisamente las segundas, aunque usted no lo crea.
¿Por qué esto es así? Porque en lo atinente a las cuestiones económicas, lo que le interesa al poder no es la verdad científica, sino aquellos discursos que lo legitiman como poder. Esta relación entre ciencia y poder es tan antigua como la historia de la ciencia misma. Y el que no lo crea que le pregunte a Galileo o a Giordano Bruno. El asunto es el mismo. En aquella época, en la que el poder se legitimaba en una supuesta voluntad divina, los autores malditos eran quienes querían explicar racionalmente el orden celeste. Hoy, cuando el poder se legitima en una supuesta igualdad, tanto ante la ley como de oportunidades, a través del mercado, los autores malditos son quienes muestran al capitalismo como algo contradictorio, como un lugar de enfentamiento entre interesescontrapuestos y donde nada permite afirmar la presencia de un principio de equidad universal.


¿Y la ciencia, donde esta?
Pues bien, en cuanto al asunto que nos ocupa, el de la cientificidad, a partir de las contribuciones de los autores del primer grupo se puede establecer la presencia de una ley que rige a los sistemas económicos. Si el conjunto de relaciones que definen a un sistema como una unidad constituye su organización, mientras el conjunto de relaciones efectivas entre los componentes presentes en un sistema concreto en un espacio concreto dado constituye su estructura, en términos sistémicos esta ley se puede expresar de la siguiente manera: una estructura dada de un sistema económico tiene un límite máximo de expansión de acuerdo con los principios que rigen su organización, a partir del cual la entropía se incrementa sin solución de continuidad hasta que la estructura en cuestión colapsa o se transforma. Esto fue enunciado por primera vez por Marx, de acuerdo con las observaciones disponibles en su época y con su propio dispositivo teórico, y contemporáneamente ha sido precisado por los regulacionistas franceses, apelando a un dispositivo conceptual más sofisticado.
Sin embargo, si bien toda la historia de la humanidad señala la presencia de esta ley, la economía oficial no la registra. En cambio establece nimiedades tales como la llamada “ley” de la oferta y la demanda (que no es tal, porque una ley no admite excepciones), que no por casualidad es parte constitutiva de la perfección del orden mercantil que imagina.
La economía política no evoluciona de acuerdo con el modelo de Kuhn, esto es, con revoluciones científicas que dan lugar a paradigmas aceptados por toda la comunidad científica, sino con programas de investigación como los descriptos por Lakatos. Al respecto, la economía oficial es un programa regresivo que sostiene un núcleo tenaz irreductible –el que considera que el mercado es un asignador perfecto y que su libre funcionamiento da lugar a la maximización de la utilidad y a una situación de equilibrio estable– y cuenta con un cinturón protector de hipótesis auxiliares. Estas se encargan de justificar por qué no vivimos en medio del “wonderful world” que establece su núcleo tenaz. Así, resulta que la distancia que media entre la realidad y la tierra prometida se debe a factores “exógenos”, que van desde el Estado hasta las expectativas de los agentes. De esta forma, por ejemplo, en la Argentina que nos toca sufrir escuchamos que nuestras desventuras, distantes del mundo feliz derivado de la panacea que nos promete la economía oficial, se deben o debieron a las empresas públicas, al déficit del Estado, a la conducta de los políticos, etc., etc., etc. En síntesis, lo que se plantea es que el error no reside en la teoría, sino en la realidad (¡?). Por ello, para los escuderos de la economía oficial dos más dos pueden ser cinco, diecisiete o tres. Es decir, no es lo que da la suma sino lo que tiene que dar para justificar la defensa de los intereses del poder.
 Milton Friedman
Politica y economía
Parafraseando a Clinton podríamos decir: ¡es la política, estúpido! La instalación de la irracionalidad en el lugar de la racionalidad responde a la necesidad de legitimación que tiene el poder establecido. Nada tan lejos de la búsqueda de la verdad científica. Es por ello que en los mentideros especializados de los medios de comunicación, se requiere, de forma recurrente, la opinión de “especialistas autorizados”, ninguno de los cuales escribió jamás un mísero paper que merezca ser citado por su contribución científica, ni generó una idea propia digna de mención. En contraposición, nunca se solicita la opinión de verdaderas autoridades enla materia, como es el caso, por ejemplo, del profesor Julio H. G. Olivera, quien es, por lejos, el economista de mayor talla que ha dado la Argentina. Si bien está aquí, entre nosotros, es un ilustre desconocido para la inmensa mayoría de los argentinos. Habría que preguntarse por qué.
En síntesis, y para ir concluyendo, creo que la economía es una ciencia social, y que su método se corresponde con el falsacionismo sofisticado enunciado por Lakatos. Desde ya disiento con el amigo Ariel Solito, en cuanto a que el único modo serio de entender la economía como ciencia es pensándola como la disciplina cuyo objeto de estudio es el valor de todo lo comerciable. En todo caso (porque creo que éste no es el momento ni el lugar para discutir la teoría del valor) ése es un componente del objeto de estudio de la economía y no el único.
El objeto de estudio de la economía política es la reproducción material de la sociedad humana, lo que va bastante más allá del valor de todo lo comerciable. Por otra parte, esto determina que necesariamente la economía debe caminar paso a paso con la antropología. Más aún, me atrevo a decir que si bien cada una de ellas, dada su especificidad constituyen corpus independientes, ambas se co-determinan. Pero eso merecería ser tratado in extenso en otro momento.
Sin más, y a la espera de que estas líneas aporten algo a la discusión, envío un fuerte abrazo.


Rubén L. Guillén