miércoles, 13 de abril de 2011

Edgar Montiel y el imperialismo cultural



El aporte de Edgar Montiel respecto de la geopolítica de las culturas, obliga a pensar sobre lo que ha sido la corriente dominante en el pensamiento de los sectores progresistas y revolucionarios respecto de la cultura. El marxismo mal entendido, siempre privilegió la estructura económica por sobre la superestructura ideológica. Esto llevó a graves errores y fracasos que desprestigiaron un modo de pensar para lograr que el  mundo sea más justo. Se dejó de lado el papel de las culturas autóctonas latinoamericanas y se importaron modelos creados para otras latitudes y circunstancias históricas que poco tenían que ver con Latinoamérica. De este modo, la traspolación mecánica inhibió o minimizó el papel que la cultura podía tener como instrumento de liberación, mientras que los conservadores entendieron y aplicaron de manera impecable el otro uso posible de la cultura: como instrumento de dominación.
Es en este momento histórico en el que se inscribe el texto de Montiel, durante la guerra fría. En esta contienda, las superpotencias (EEUU y la Unión Soviética, Europa en menor medida) se enfrentaron en una carrera armamentística convencional, nuclear y también cultural. Las esferas de influencia en que se dividió el mundo de la posguerra y las áreas en disputa configuraron el escenario de este combate que se daba en todas las formas posibles. Una de estas formas consiste (no digo consistía) en lo que diversos teóricos de la comunicación latinoamericanos, como Armand Mattelart denominaron “imperialismo cultural”. Se trata de imponer valores, minimizar las diferencias y en definitiva, imponer su cosmovisión. De este modo, lo que constituye la otredad, lo diferente, la alteridad a lo Único, es hostilizado por las grandes potencias. Las metrópolis imperiales ven de manera negativa la afirmación de lo diferente, aunque haya que, como decía Sarmiento, “civilizarlos a palos”. Civilización desde el punto de vista de los “valores universales” que se pretenden imponer.
La cultura adquiere entonces, la condición de instrumento destinado a influir y condicionar y de ese modo manipular ideológicamente a grandes grupos humanos y de ese modo orientarlos de acuerdo a sus intereses. Así que la cultura pasa a formar parte de las relaciones de dominación, aunque muchas veces escape a la crítica por la visión positiva que impera en el sentido común; a pesar de que jamás ha dejado de acompañar a cuantos pueblos se propusieran la conquista de otros como una forma de perpetuar su dominación y eliminar la disidencia. De este modo, la cultura, que presenta esta posibilidad de dominación, de conformismo; también conlleva una capacidad subversiva, muchas personalidades de la cultura desaparecidas o asesinadas por todo el mundo, así lo atestiguan.
Los grupos que pertenecen a las clases dominantes de los países súbditos, repiten el esquema en sus territorios, ya que por su rol de clases hegemónicas, imponen su versión de la cultura la resto de la sociedad, opacando las diferencias en una visión totalitaria de la cultura negando la rica heterogeneidad del subcontinente. Cultura que se caracteriza por ser una síntesis de las culturas precolombinas y europeas, conformando una identidad que nos afirma como humanidad americana ante la universalidad.

Medios de comunicación y dependencia

Los Medios Masivos de Comunicación (MMC), han jugado y juegan un papel más que importante en el adoctrinamiento ideológico masivo. El gran salto lo dieron en el período de posguerra, con el gran desarrollo científico-técnico de las comunicaciones, que se refleja en la expresión tan repetida de Mclluham de la “aldea global”. Lo que no es tan conocido es el hecho de que los medios recortan, enfatizan, silencian o modifican ciertos hechos en detrimento de otros; condicionando las mentalidades y las actitudes. De este modo los medios pueden adormecer las conciencias, por lo que nunca hay que perder de vista de la gran capacidad que tienen para influir en nuestras conductas.
Las áreas de influencia de las superpotencias ya no solo se miden en kilómetros cuadrados, sino también en la capacidad para imponer ideologías que inhiben la rebeldía y la diferencia, de modo que si los únicos mensajes que consumimos provienen de estos emisores, estará en gran peligro nuestra capacidad crítica y en definitiva, nuestra libertad. Asimismo, esta preponderancia de los medios ha sacudido los cimientos mismos de la nación, ya que esta no se limita la territorio físico, sino también a la necesaria defensa de la historia, lengua, raza, hábitos, etcétera, que practica el pueblo que la habita. El vigor de una cultura es por lo que hoy se mide el vigor de una nación, o sea por el patrimonio cultural de un pueblo. Lo que transforma a la cultura de un pueblo en el último bastión de resistencia para lo que viene de afuera y para lograr los cambios internos.
El mundialismo arrasador de las últimas décadas parece amenazar esta memoria colectiva donde se refugia la nación, por lo que se hace más necesario que nunca oponer a esto una activa identidad cultural. Se trata en definitiva, de conformar una identidad que rescate de lo tradicional aquello que tenga fines liberadores para el hombre, pero abierto a los aportes de la cultura universal. Esto adquiere en el enfrentamiento contra las grandes potencias un valor estratégico de primer orden por lo que se vuelve imprescindible para Latinoamérica lograr la unidad internacional y de esa forma conformar un polo cultural e histórico con mayor poder de negociación y con mas posibilidades de sobrevivir.

Pensar desde la Patria grande

Latinoamérica ha demostrado que puede generar literatura de primer orden y esto junto con otras producciones del continente, nos ofrece la posibilidad de afirmar lo que tenemos de diferente y específico, para diferenciarnos de cara a nuestra inserción en la universalidad y que es lo que permite que nuestra realidad y las producciones que se hacen a partir de ella, sean reconocidas en los círculos intelectuales de todo el mundo. Así lograremos transmitir otra experiencia del mundo y dialogar con otras culturas, lo que cambia el universalismo actual, centrado en la hegemonía de las grandes potencias gracias a su monopolio de los grandes MMC. Universalismo que también se expresa en la pretensión europea de ser la cuna de los valores de la civilización superior, mientras que se degrada a las demás y se las condena a la imitación y a la pasividad, lo que empobrece la civilización de nuestro continente. Esto a su vez, es un reaseguro contra la formación de una conciencia crítica que es una forma de subversión creadora, clave para terminar con la dependencia.
Sólo a partir de nuestros propios análisis, lograremos descubrir nuestra sustantividad, nuestra esencia, lo que hace que digamos “estos somos nosotros y así pensamos” logrando la autonomía intelectual como primer paso para nuestra liberación.


domingo, 3 de abril de 2011

La otra cara de la moneda



El presidiario está internado en la enfermería de la cárcel. Hace casi un mes que no ingiere alimentos, en protesta contra un régimen carcelario que niega los derechos humanos fundamentales.
Contrariamente a lo que puede pensar el lector, este prisionero no es uno de los disidentes cubanos que concitan la indignación de casi todos los medios nacionales. Se trata de uno de los 150 convictos de la provincia de Buenos Aires que llevan adelante esta medida, y que sin embargo, no existen.
Uno  de ellos era el joven Rubén Terzagi, recluido en la unidad Nº 9 de Olmos en La Plata y estudiante universitario de la carrera de periodismo, que falleció a causa del deterioro en su salud por padecer HIV. Al igual que el resto de los adherentes a la medida, reclamaba la derogación de la ley que anuló el 2X1, la eliminación del artículo 14 del código penal que anula la libertad condicional para los reincidentes y la revisión del tiempo máximo de prisión preventiva (3 años y 6 meses en la actualidad).
La aplicación de estas medidas, algunas conocidas como “leyes Blumberg”, no sirvieron para disminuir el delito. Sólo lograron, que la población carcelaria en la provincia trepara a más de 46000 reclusos, contra una capacidad edilicia preparada para algo más de 26000. Esto produjo un deterioro en las condiciones de reclusión, enmarcadas en el hacinamiento.
Lejos de intentar solucionar el problema, las autoridades carcelarias recurrieron al amedrentamiento de los huelguistas, sometiéndolos a supuestos traslados para “quebrarlos” y de ese modo terminar la protesta. Terzagi relató a los organismos de Derechos Humanos, los detalles de  estos simulacros: “el procedimiento siempre era el mismo, a las dos o tres de la mañana, te decían que te vistieras y cargaras tus cosas. Nadie daba explicaciones, te llevaban a los empujones hasta el camión celular y te tenían horas y horas dando vueltas, en completo silencio. Parecía que te iban a llevar al otro extremo de la provincia, el sentimiento de soledad y la lejanía de tus seres queridos, se volvía insoportable. Para colmo, el estado de debilidad por la falta de alimentación, y la neumonía de la que me recuperaba, me hacía más difícil todavía la idea de estar mucho tiempo sin ver a mi familia. Luego de varias horas de paseo, te devolvían al penal, diciéndote que era un traslado que se canceló. A casi todos los huelguistas nos hicieron lo mismo.” Tres días después, Terzagi falleció por una neumonía que se complicó por no guardar el reposo debido.
 En estos días, agrupaciones de derechos humanos, legisladores nacionales y provinciales, se reúnen para encontrar una solución que destrabe el conflicto. 
Para encontrar presos haciendo huelga de hambre no hace falta irse hasta Cuba, con hacer 50 kilómetros hasta La Plata, los grandes medios porteños se encontrarían con lo mismo. El problema, es que eso no sirve para golpear al enemigo ideológico y desnudaría la ineficacia de la “mano dura”, que siempre han defendido.